sábado, 22 de marzo de 2014

Danzando entre las teclas

Suele ocurrir que algunas personas funcionan por temporadas, en algunas dependen del tiempo, en otras de cómo se sientan, de las horas, de qué color vayan vestidos, por algo dicen que los escritores están locos, es cierto, pueden ver una historia en cualquier lugar, los periódicos son como drogas para ellos que pueden ver páginas y páginas de una vida en un titular. Da igual el tipo de escritor que sea, exterior, interior, romántico de los de pluma, tintero y papel, moderno de los de portátil y el constante sonido de las teclas marcando el compás de sus composiciones, todos pueden vivir lo mismo y a la vez lo narrarían diferente, gente maravillosa que cuando no puede escribir también tienen sus frustraciones particulares, ir constantemente del escritorio a la cocina, independiente de que coman algo allí o no, dar vueltas y miles de vueltas mirando a la gente como extraños psicópatas que sólo buscan una historia que contar al mundo, algo que decir, en algunos, algo que les diga que están vivos. No son malos momentos, no como otros creen, porque uno se puede ver a sí mismo por un segundo en lugar de ver personajes e historias que en cierto modo sean él.

Hasta que llega el momento, ese mágico momento en el que las teclas parecen que se mueven solas para ir allá a donde quieren tus dedos o la pluma baila sola sobre el papel, la velocidad aumenta conjunto a la música de fondo, dejas de respirar por un segundo, vas más deprisa, la música frena pero ya no la oyes, sólo el deslizar de la pluma, el sonido de las teclas al ser pulsadas casi con ansiedad, como si temieses que las ideas se van ir volando a otros lugar, relees lo que has escrito por un segundo y todo baila, ves las letras escritas en la pared, la misma canción suena de nuevo, todo está bien, sí, continúas escribiendo, intentas no volver a quedarte sin aire, no acelerar tanto, temes acabar rompiendo la hoja o el teclado, pero la música vuelve a subir, tus ideas crecen como una cascada que ningún dique podría parar y de nuevo no puedes dejar nada sin dar, escribes, escribes, escribes, más, más, más rápido, sigues escribiendo y ya no recuerdas quién eres, sólo sabes que debes contar esa historia, que no puedes descansar hasta que veas las palabras en el papel. "Fin". Ya está hecho, dejas caer los brazos rendidos, agotados por la impiedad de tu mente, suplicando un descanso, mientras tus ojos releen veloces lo que has escrito... lo que pase en adelante es cosa tuya, caerá en el olvido, será leído, pasará a la historia... del mundo o tuya, da igual, la historia ha acabado, empieza la siguiente.