viernes, 17 de octubre de 2014

Compañeros de nada

"El tiempo ha pasado hasta dejar al reloj en silencio en su espera"

Así ha sido, cuando hoy he mirado la fecha y no ha sido al principio, sino casi al final cuando he recordado que hace ya un año, que te has ido. No es la muerte la más triste de las idas, sino aquella en la que ni siquiera hay muerte, no se le puede llamar final y aún así se sabe que lo que estaba ya no está y no volverá, por más tiempo que pase, aunque volvamos a escuchar el reloj, es como una ola y jamás hay otra igual. Pese a todo olvidamos que el sonido seguía ahí, arrastrándose lento, como si así no fuese a seguir arrastrándose, como si fuésemos sus amos y dueños, por eso recordamos ciertas cosas cada año, es el contrato que firmamos con Cronos para no olvidar que él es el único Dios del Tiempo. Jamás podremos echar hacia atrás del tiempo o pretender que ciertas cosas no ocurrieron, no con aquello que alguna vez valió la pena, aunque no fuese verdadero.


"El silencio ha aparecido hasta hacer olvidar las heridas del pasado"
 
Cuando decimos adiós siempre prometemos lo mismo, una y otra vez, porque necesitamos hacer inmortales a quienes quisimos. Que no los olvidaremos ni un sólo día. Otra mentira, en eso basamos nuestras vidas, pero no importa, porque es necesario que no podamos recordar tanto tiempo como juramos, aunque sea sólo a veces. Veces en las que nuestra cordura y vida no podría sobrevivir de no ser así, porque tampoco es la mayor tristeza no poder vivir una vida plena, sino vivir una vida real o una que ya pasó, porque no todo tiempo pasado fue mejor y es por eso que el silencio arropa los recuerdos, tapa las heridas y las desea dulces sueños. Mas no todos los días.


"Las heridas han sangrado hasta que más sangre no ha habido"
"La sangre ha escrito frases hasta que han dejado de tener sentido"

jueves, 2 de octubre de 2014

Give me something

Una sonrisa, un leve gesto que denotaba derrota, pero una derrota feliz, un buen error, de esos que se contaban con la mitad de los dedos de una mano y aún así o se olvidaban menos o no se hacía nunca, ellos solos se encargaban de recordarse, de persistir en el tiempo, como si de olvidarlos nos fuésemos a olvidar de nosotros mismos. ¿Acaso no son gestos fantásticos? Estremecerse sin viento, frío o calor, sin sentir nada más que eso que ni siquiera sabemos que sentimos, ¿vida? ¿Tiempo? ¿Amor? Algún día alguien sabrá lo que es, mientras esa sonrisa sigue ahí, en el tiempo, con ese buen error.

Más que lo que son, lo que nos causa también se podría destacar cuando sin poder mover casi ningún músculo sentimos bailar, ¿y acaso ahí música? Nadie lo sabe, incluso los testigos silenciosos lo han decidido olvidar, que viaje por el tiempo y nunca se sepa, que se pierda, porque hay cosas que no se necesitan saber cuando uno puede bailar sin moverse, escuchar al silencio susurrar, como si la magia fuese real y posible en un lugar tan roto. ¿Lo es? Sonríe así y sabrás que sí. Saber, no saber, olvidar y volver a saber. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por quién? Demasiadas preguntas y sólo un gesto en respuesta, como el gato de Cheshire es igual de interrogante, como la Reina Roja se obsesiona, como Alicia sueña y como el Sombrerero loco se vuelve. 

El primero de los gestos que hace que no veamos el resto, los roces contra nosotros mismos que nos hacen dudar de dónde empieza y dónde acaba qué. Dejar que el cuerpo se mueva, sea sin moverse o no. Demasiadas cosas como para contarlas antes de que acabe el mundo, sin tiempo para leerlas antes de que nos perdamos, sin poder entenderlas antes de que la realidad caiga, porque en el fondo cuando comprendemos sólo divagamos más en algo, eso que empezó con una sonrisa y se remonta a algo que ni conocemos pero que creemos que está ahí porque no está y en cambio deja algo.

Filosofía aplicada al amor, ciencia en las letras, arriba en el infierno y abajo en el cielo, cuando todo perdió sentido por ese gesto tan inocente que podría estar haciendo arder una estrella, quemar algo tan bello sólo para decir un "hola" más, movidos por algo que no se mueve, ni se entiende y quizás ni existe, pero que vale la pena.