martes, 19 de septiembre de 2017

(Sin título #2)

La gente siempre dice que las cosas no cambian de un día para otro y si uno cuenta el tiempo que se tarda en dar con la forma de hacer que cambien, es cierto, pero una vez se tiene la solución, ¿qué es lo que nos detiene de cambiar? Muchos dicen que las cosas no son fáciles de aceptar, que tenemos miedo, incluso aunque la situación actual duela eso es superior a nosotros. Nos lleva a perdernos, a creer que es imposible, porque no vemos cambio alguno, el mundo permanece igual y lo estamos intentando, ¿entonces no será que esa no es la forma?

Buscar otra solución es más difícil que conformarnos con lo que tenemos, porque nos hemos acomodado a los parches, pero la droga sigue en el organismo, no hemos arreglado nada porque cuando se acaba el parche duele y hay que poner otro. Si encima tenemos gente que nos deje llorar y lamernos la heridas constantemente, nos sentaremos en ese sofá a morir mientras seguimos bebiendo de la misma mierda. No debe ser sencillo ser el amigo que te abre la herida porque sabe que tienes el problema dentro y hay que sacarlo para que no vaya a peor, yo nunca lo he sido, pero he visto lo que han aguantado conmigo. Yo me hubiese mandando a paseo. 

Hay que moverse, hay que probar, hay que pedir, demandar y no callarse hasta que las necesidades estén cubiertas, porque no nos las van regalar y en ese caso las tendremos que tomar.

Puede dar miedo, muchos se querrán conformar con lo que tienen porque no están tan mal, pero hay otras que sí lo están o lo estarán, ¿y por qué aceptar algo mediocre cuando se puede aspirar a más? ¿Por qué comer las migas pudiendo ir a por un trozo? Los que tienen cosas que perder están atados por el miedo, pero no ven que no moverse les puede hacer perder todo igualmente.

Al final se actúa, a la buenas o a las malas y en ocasiones se descubre, que se hizo lo correcto.

viernes, 1 de septiembre de 2017

(Sin título #1)

"Necesito escribir" el pensamiento pasó como una flecha, no era alguien impulsivo en general pero aquella fue una extraña excepción, como si algo se moviese y controlase sus acciones haciendo que antes de que pudiera pensarlo estuviese escribiendo sin parar, llenando la habitación del sonido de las teclas y la música, sin letra, de forma que los pensamientos no se confundiesen con una balada, pues nada más lejos de lo que era aquello. 

"¿Qué me quieres decir?", se preguntó, inútilmente, rara vez había respuestas, no, ahora ya no las había en ningún caso. Debería sentarse a aguardar a que las cosas simplemente ocurriesen, como dejándose llevar por la marea, reprimiendo el impulso de nadar a contracorriente pues de hacer se ahogaría seguro. No era fuerte, no era quien debía controlar los mares aunque lo desease, lo necesitase y de no conseguirlo sintiese un terrible dolor. Así lo veía, pero su visión se distorsionaba entre las olas y el agua, si fuese consciente de la realidad sabría que luchar contra eso siempre había dolido más. Había construido un castillo muy mono con aquellas palabras y florituras, un lugar que parecía seguro, mas sin tener en cuenta que el agua borraría la tinta que mantenía esa fantasía.

Inútil, precipitado, irresponsable, irreflexivo, esos actos eran extraños, pero si nunca los había hecho o eso creía, siempre miraba a través de un papel. Creer, siempre ese acto, creer en cosas que no existían la mayor parte del tiempo, ¿en qué momento se volvió una costumbre? ¿Había llenado el propio océano en el que se ahogaba? Quizás todo fuese su responsabilidad, como el decidir qué hacer para parar aquello. Había que vaciar todo, destruir para luego construir, quemar hasta el suelo y limpiar cualquier ceniza, no se podía usar un terreno que ya estaba maldito.