Para cuando volví a mirar el calendario una semana había volado. Ahora que el tiempo volvía a correr de nuevo parecía que estaba decidido a recuperar lo que era suyo, mi vida y la de todos, eso eran los granos de arena que caían y a veces deseaba pararlos. Aquel no era ese día. Aquel día era hoy, cuando vi que había muerto un poco más y ni siquiera había pensado en esos momentos, la eternidad del segundo, del día, ya no me mataba y aún así tantas veces me sentía muerta. La pregunta surgió pronto, ¿cómo había llegado a ese punto? Quizás aquel era el día para volver la vista al pasado, muy atrás, meses atrás, hasta entender todo y que las voces se callasen.
El pasado había dejado de ser inmutable en aquel momento, normal, ¿cómo ver las cosas igual cuando sabías que lo que había ocurrido no era todo como entonces creías? ¿Y si todo el tiempo no valió de nada y estabas en el mismo punto? Porque el pasado que pareció tan vacío y silencioso estaba lleno de ojos que ahora reconocía, ¿los agradecía o los odiaba? Ni yo lo sabía. Entonces habían parecido tan agradables, como un regalo maravilloso y anónimo con una bonita tarjeta, un pequeño reto, algo que distrajese. Ahora miraba esa tarjeta y pensaba profundamente si no iba a ser eso la constante que definiese mi línea. Algo que me distraiga sin saber de qué. No pensaba aceptar eso, porque no quería, porque eso decía que todo acabaría en el segundo que me aburriese y eso pasaban con tanta constancia como los ciclos lunares. Voluble, caprichosa, adjetivos que me parecían más degradantes que ser clasificada por una nota o una apariencia. No pensaba llevar esa etiqueta colgada del cuello, no porque me hubiesen perseguido.
Era la deducción lógica -y la que me llevaba otro paso más atrás, a ese pasado del que había huido, el que quería haber olvidado- que tras la vigilancia viniese la persecución y como inocente cría que se cree a salvo y con enemigos demasiado resentidos para volver en su busca ni me molesté en ocultarme. Al contrario. ¿Me hice más visible sólo para compensar algo? Absurdo, otra etiqueta que no pensaba llevar. Sólo la libertad me movió a aquello y así quedaría registrado pues me negaba a dar por cierto nada más. Dejando caminos relacionados pero no principales la persecución volvía a reclamar su atención. En otro tiempo, en otro caso, con otro perseguidor hubiese resultado agradable, justo, necesario, maravilloso, pero ante todo imposible. Cualquier otro hubiese tenido más decencia, respeto y menos locura. Crueles ironías una vez más.
¿Se podría considerar a eso engañar al destino? Ojalá y este tomase su parte de venganza en algunos casos, en los que fingiendo ser él o engañándolo hay quienes se creen con la virtud de poder usarlo para su fin sin que otros se cuestionen una vez más ¿será esto casualidad? Y la respuesta queda clara pronto, resonando cada vez con más fuerza, que podría serlo y no seré yo quien diga que no, sino la experiencia quien diga que la casualidad dejó de existir hace mucho para algunas personas. Admirada y odiada habilidad que nadie debería tener, la de ser el destino, la de hacer que el tiempo vuelve a matar o a matarme mejor dicho. Queriendo dar la vida y llevándose la muerte en su egoísmo, ¿cómo escapar a quien controla el tiempo? ¿No será menos mortal dejar que este te mate y no la parálisis del mismo cuando pasado un tiempo todo su peso cae sobre uno?
Demasiadas preguntas en un espacio tan corto, de nuevo causadas por una aceleración inexplicablemente explicada en medio de universos sin fronteras y a la vez tan definidos que es imposible decir su definición. El caos, última consecuencia de un tiempo controlado sin control. El tiempo me matará, pero no lo hará tan rápido como desea correr, si fue hecho intencionado no importa su intención mientras no llegue a su fin, ¿se detendrá así el tiempo? ¿Tendremos que destruir lo que el "destino" teje para sobrevivir?
Es magnífico ser espectador del progreso. Enhorabuena por ello.
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