jueves, 19 de diciembre de 2013

Nubes moradas de gas tóxico

Y entonces pasó, el aire se tornó violáceo y comenzaron a caer cristales de yodo. Tan hermosos eran en estado letárgico, tal la belleza del baile del humo en las botellas encerrado que una sala sólo para tal imagen era el infinito. 
Ni los tonos de las nebulosas hechas de polvo de estrellas, las estrellas azules cual lucero, nada iluminaba como aquel magnesio prendido. Un pequeño trozo podía iluminar y delimitar todo nuestro futuro como la luz que nos envuelve, como la noche que nos aleja...
Tantos cambios, tantas reacciones imperceptibles a los ojos como las de la vida, sin sus números y símbolos son reducidas a la magia que compone la vida y extinguidas con la misma facilidad de aquello que no se comprende. Tristes incomprendidos que vagan sin ningún lugar, extraños pasajes que no sabemos a dónde nos llevan, caminos que existen sin ser andados, caminantes que hacen el suyo propio en medio del caos de la vida, cuando nada es todo y todo es nada. Magia, química y existencia, la base de la vida, el límite de la experiencia...
Y así se apaga el magnesio, así se mezcla el gas tóxico del yodo, así el ácido sulfúrico con el azúcar nos intoxica, así... todo se mezcla.


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