sábado, 25 de enero de 2014

Viviendo el momento

La música aún retumbaba en sus oídos, sentía como si la cabeza la fuese a explotar y sólo quería golpeársela hasta que parase aquella odiosa sensación. Cerró la puerta con más fuerza de la que quería y el portazo la hizo soltar un quejido de molestia, no quería volver a escuchar nada en los próximos 2 días, quizás irse a una montaña perdida no sonaba tan mal, o eso iba pensando mientras se quitaba aquellos odiosos tacones, juraba y maldecía, eran los únicos que tenía y no se los pensaba poner nunca más en su vida, no entendía por qué estaba mal visto llevar unas zapatillas a una fiesta, era ilógico según ella, si vas a bailar necesitas estar cómoda, no queriendo matar al dependiente que te dijo que eran comodísimos con el propio tacón del zapato.

Se tiraba de cualquier manera en la cama, sabía que al día siguiente las sábanas parecería un cuadro abstracto debido al maquillaje, pero la daba igual. Hacía mucho tiempo que la empezaba a dar igual todo, al principio era divertido, la fama y la fortuna, pero según se desdibujaban sus comienzos como escritora todo empeoraba, pero no se daba cuenta, era como un veneno silencioso, como morir por congelación tras dormirse, sí, sin duda esas dos ideas representaban muy bien lo que acababa haciendo la fama, al menos lo que había hecho con ella. No es que hubiese perdido amigos, no la importaba que la parasen por la calle y de hecho seguía haciendo todas las cosas que la gustaban, entonces, ¿por qué se sentía tan mal?
Agitó un poco la cabeza tratando de no pensar, si lo hacía acabaría pensando que todo había sido su culpa, pero ¿lo había sido?

Sus pensamientos se veían interrumpidos cuando escuchó que se abría la puerta, se iba a levantar para echar al borracho que cualquiera que estuviese entrando, podían ir a cualquier lugar de la casa durante la fiesta, pero su habitación seguía siendo suya, ya estaba dispuesta a despedirlo de una patada cuando se quedó quieta al ver a su esposo y se volvió a tumbar como antes. Desde luego de él no podía ser la culpa, siempre la había animado a hacer lo que quisiera y la idea de “vivir el momento” había sido suya, aunque aún no recordaba cómo había llegado a su mente cambiar tan deprisa en tan poco tiempo, como de tomar té y ver una película había pasado a beber vodka, fumar marihuana e irse de fiesta toda la noche. Quizás podría culparle de no haberla detenido, pero ella ya era mayorcita, debería saber qué hacer y qué no, y después de todo él siempre la había llevado a casa cuando ella no podía ni andar, nunca se había quejado de eso, salvo porque la decía que debía cuidarse a veces, pero ella lo ignoraba diciendo que sólo sería un tiempo, tiempo que ya eran seis meses…
Él se tumbó a su lado, de forma que la rodeaba y daba calor, acariciaba lentamente su brazo, sólo con las yemas.

 – ¿Estás bien…? Sabes que no me gusta meterme en tu vida, amor, pero… deberías dejar esta idea que tienes de “vivir el momento”. Puedo soportar llevarte a casa cada vez que quieras, pero no verte así, no te engañes, sabes que no te gusta ir de fiesta cada noche, que prefieres escribir hasta las 3:00 antes que beber hasta esa hora.

Su voz sonaba tan dulce, tan reconfortante, que ella no podía evitar asentir, casi con ganas de llorar y queriendo llamarse estúpida por aquella idea que había tenido, si recordase a quién se la escuchó le mataría en ese mismo instante por tener una idea tan estúpida, aunque seguía sin entender cómo esa idea había aflorado en su mente, ella no era fácil de manipular.

 – Te traeré algo de agua y tus pastillas para dormir

Sin decir más se levanto y ella se quedó sentada en el borde de la cama, se volvía a sentir algo afortunada de tener un marido tan encantador con ella, eso se debía a que ella no era celosa de ninguna forma, de hecho no la importaba si estaba con otra en la cama, ella sabía que la amaba y eso era lo que la importaba, su corazón, no a quién tenga abierta de piernas. Él volvía al poco, la tendía el vaso y las pastillas, tras tanto tiempo con insomnio y sólo unas pastillas que lo arreglasen tragarlas no era ningún problema y se tumbaba para dormir plácidamente, quizás el sueño fue tan plácido que por eso no se volvió a despertar o quizás quien menos se esperaba fue la mano que la llevó ante la muerte. La verdad era que a quien había oído esa expresión fue a su propio marido, pero tras tanto tiempo de drogas y alcohol ya ni lo recordaba, también porque en verdad no podía recordar haberlo oído. Él sabía que ella no era fácil de manipular, de hecho era imposible y ella se jactaba de ello, así pues aunque pensando que era una forma un tanto cobarde recurrió al único momento en el que ella no podría defenderse, cuando estaba en los brazos de Morfeo. Había oído que si alguien escuchaba algo de noche lo podía llegar a recordar y con la ayuda de un poco de hipnosis estaba asegurado que lo hiciese y, aún más importante, que no lo recordase. Implantar la idea fue fácil, aunque la paciencia se agotaba cada día, él odiaba esas estupideces de fiestas, nunca bebía ni fumaba, pero quería conservar su libertad y que la muerte fuese creíble. Llamó a su amante, esa que tan dócilmente su mujer aceptaba que tuviese,  para decirla que estaba hecho y que podrían retirarse en unos meses a donde quisieran, también la dijo que el plan había ido sobre ruedas, pero mientras pensaba que tampoco recordaba dónde había escuchado esas ideas. Estaba tan emocionado por el hecho de poder olvidarse de su mujer y sus tonterías y a la vez tan preocupado en dónde lo había escuchado que no oyó el cristal romperse al ser atravesado por una bala.


La amante colgó el teléfono de prepago con el que había estado hablando y miró a su pareja, que no era sino el amante de la ya difunta escritora de éxito que se había suicidado hacía unos minutos. Su sonrisa los delataba a ambos, pero él, parecía un niño el día da Navidad según vio como la otra caía al suelo desangrándose al quitarse el cinturón que llevaba fuertemente apretado. Pese a que la policía lo tuvo como sospechoso, pues tras seguir el hilo a todos los testamentos él se quedaba con el dinero de su amante, del marido de la misma y de su propia pareja, jamás pisó una comisaría, rápidamente apareció la pista de un supuesto asesino en serie culpable de aquellos delitos, en verdad un pobre infeliz que sólo quería que una supuesta mafia soltase a su familia… Con una copa de whiskey en su nueva mansión celebraba su victoria, pero mientras pensaba “¿de dónde saqué este plan tan elaborado?”

sábado, 4 de enero de 2014

Let it snow (deja que nieve)

Let it snow
Como un cuento, así se podía definir aquel baile en mitad de un bosque helado. El gélido viento del norte elevaba los copos formando una eterna caída que parecía no acabar, las finas faldas y capas de seda tul se volvía niebla ante los ojos de aquellos hombres, pero ciertamente aquello no era un baile común, era como esa mujer de ojos verdes cual esmeralda que infundía valor a cualquier que los mirase, pelo negro azabache como la noche y labios rojos carmesí, denominaba al enfrentamiento que tenía por delante.
Uno tras otro todos los hombre la intentaban atacar, uno tras otros acababan sobre el frío suelo que poco a poco se teñía de rojo. Un salto, se agachaba, una finta y otro más caía, así cinco, diez o veinte veces, ya había perdido las cuentas, de todas formas no la gustaban las matemáticas. Esquiva un golpe hacia un lado, gira y… un grito de dolor salió de los labios de la mujer. Aquello sólo logro enfurecerla aún más, había sido estúpida, pensaba en parte, no era una persona cualquiera, con un chasquido de dedos, con perder la concentración, con algo de miedo podría haber hecho arder todo ese bosque y a esos hombres con él, pero el placer de la caza era mucho mayor, hasta entonces.
Una llama se encendió en sus dedos y a los pocos segundos todo se había vuelto un infierno, los pocos hombres que quedaban intentaron salir corriendo, pero fuese a donde fuese sólo veía fuego, dolor y destrucción. La mujer se fue andando a duras penas en otra dirección, al principio el fuego no la dañaba pero poco a poco notó cómo la temperatura subía, no soportaba estar allí, ella era fría, puro hielo, el fuego, aunque débil, la podía acabar matando, nunca logró equilibrar eso pese a que era su ideal. Poco más logro huir de allí, acabó cayendo a un lado y las llamas disminuían su intensidad a medida que su magia se agotaba.
Volvía a nevar lentamente, una nieve calmada, respetuosa. La joven miraba al cielo y haciendo un último esfuerzo sonreía, sus pensamientos se tornaban más dulces, recordando la primera vez que vio nevar y sólo alcanzaba a pensar una vez más…


“Deja que nieve…”
A.N.: based in the character "Morgana" from BBC's series "Merlin"