viernes, 9 de enero de 2015

Leyéndote escribir

Sin ser tan fácil de lograr como robar una carta y pudiendo ser detenido, ¿qué mayor placer hay que alguien se muestre tan abierto que te permita ver crear? La delicia de ver el trazo, las pulsaciones, la forma en la que la mente trabaja y el alma se muestra abierta por una vez, es en este momento, en el que escribes, en el que te leo. Atesorar este momento sería un delicia, pero es una imposible, además ¿qué sentido tiene poseer un momento si sólo tiene sentido cuando es vivido? No, no voy a recordar cómo dabas forma a lo invisible, cómo pintabas con palabras los rostros, las acciones, los paisajes, cómo la acción fluía por tu mente, cuerpo y alma así como a la vez se desarrollaba en el papel y te movías al compás, como el músico que acompaña a la melodía con un suave vaivén que le susurra qué teclas tocar.

Así, exactamente así eres tú cuando te veo escribir y qué vista más hermosa. Como las briznas de hierba que se mueven al viento pareces moverte con las palabras, bailando con ellas en una lenta danza, dulce, calmada o pasional, según la situación, ¿qué importa si es la danza más bella y perfecta del mundo? La de un Creador o Creadora con su obra, una obra agradecida si se deja escribir, una buena obra si se deja leer, una obra que valga la pena si hace pensar y te deja una marca, si se funde con tu ser como formaba parte del autor antes de dejar esa tinta de sus venas en el papel.

Tinta, eso es lo que corre por tus venas, ¿verdad escritor? Tú que creas dejando parte de ti allá donde vas y sueñas y deseas ser recordado gracias a tus textos, para no morir, para ser eterno como esos ilustres que te inspiraron y conmovieron tu alma hasta postrarte ante las letras y puede que su estudio ni siquiera te guste, ¿y qué? Si firmar un pacto con el Diablo fuese necesario para hacer lo que haces, ¿acaso no lo harías? Entender tus letras es sueño compartido por quienes como yo te leen, te ven cuando creas porque ser como tú desean, y quizás por ti mismo que ni aún siendo creador entiendes cómo se hace un trabajo tan cuestionado, como si no importase.

El trazo va cada vez más lento cuando estás acabando, las pulsaciones descienden, estás acabando y no quieres, yo te entiendo, tampoco quiero que acabes, quiero seguir viéndote un rato más, ver esa belleza, es ternura con la que has dado forma a una historia tan hermosa, porque para ti lo es y eso ya me es suficiente, que escribas para ti y que el público ya vendrá, pues si no te agradas a ti mismo, ¿a quién le va a agradar? Supongo que estas palabras mías eran sólo para alargar tu fin, no quería dejarte ir, pero quizás así, mañana también estás ahí y pueda leerte escribir.

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