martes, 31 de marzo de 2015

Atada

Estaba escribiendo, las palabras salían dulcemente de sus dedos en un ritmo constante, plácido, casi tranquilo pese a la velocidad, era la mente quien se aceleraba, era el pulso quien iba más rápido, eran las pupilas dilatas por escribir palabras que no eran suyas. Notaba las manos atadas, unas finas cadenas, unos lazos alrededor de muñecas y dedos que los movían como si ella fuese una marioneta, una posesión, un objeto, eso era. Con su sonrisa y su buen aspecto, con su cabello rizado y una mirada hecha para encandilar, con sus uñas pintadas... completamente sola mientras escribía y a la vez en ese mismo momento se sabía dominada.

Una apariencia tan dulce en la realidad que se fundía a la perfección con la realidad ocultando que era una máscara, una imagen creada para ocultar, mintiendo, ocultando, dependiendo... A veces parecía absurdo todo ello, pero no con todos, claro que no, la dulzura de sus movimientos perfectamente medidos se vería como una atrocidad de saberse cómo se lograba, la disciplina que lo medía y en cambio parecía tan natural como respirar. Tanto tiempo buscando alguien que lo entendiese y había dado resultado: ahora estaba atada, no siempre literalmente.

La música de siempre sonaba diferente, el Sol brillaba más fuerte, había libertad en esas ataduras, la de empezar a verse como era realmente, la de encontrar un sentido a cosas que durante años había oído, le habían dicho, casi obligado a hacer, ¿para qué? Para nada, jamás se pueden hacer entender a la fuerza esas cosas, sino que ha de ser alguien, sin saberlo o a sabiendas callando el tema directamente quien sepa tocar las notas adecuadas para dar comienzo a la nueva pieza del baile, mover las partes exactas, obligar a no más de lo necesario y no conceder todo el placer deseado, provocar, dar, quitar... Controlar la mente a través del cuerpo y el cuerpo a través de la mente con simples palabras, susurros, hasta el punto de que cuando se escriba se olvide lo que se dice, se sienta y se sepa que eso no es de uno, sino compartido, escuchado levemente en la noche en un murmurllo, reflejado como metáfora de una realidad metafórica, plagada de opuestos que se equilibran con majestuosidad.

Así ella acabó divagando entre muchas cosas, sin detener jamás el lento pulsar, el sonido de la escritura, de la mente, del cuerpo... con unas breves palabras al final, con una idea general grabada a fuego, dicha por el aire y en cada movimiento: "estoy atada, soy suya."

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