miércoles, 13 de mayo de 2015

No puede ser

Al despertarse aquella mañana miró por la ventana, efectivamente no podía ser. Bueno, mejor podía ser ignorarlo y seguir adelante como cada día, olvidando aquel pequeño detalle que simplemente era imposible. El suelo estaba frío, la habitación helada comparada con la noche anterior y la ropa tirada. ¿Y qué más daba? Igualmente no podía ser. Sus pies descalzos jamás llegarían a tocar en verdad aquel suelo de fría piedra mientras se movía sigilosa a cerrar la ventana antes de dirigirse al cuarto de baño.

Era agradable sentir que allí el suelo siempre estaba más caliente, ¿por qué? Aún no se acordaba de en qué libro leyó la solución, uno de esos de detectives, perfectos para hacer sentir tonto al más listo de los hombres por no poder jugar con la lógica y el ingenio de tal manera, claro que el libro lleva las de ganar siempre, él ya sabe la respuesta y de todas formas, no puede ser. El agua cálida resbalaba aún por su cuerpo cuando la toalla la envolvió, era una agradable sensación sentirse rodeada de aquella calidez, de esas sensaciones. ¿Qué tendría de especial el agua? Había tantas cosas que nombrar, curiosamente eso sí podía ser, pero no el resto. Habría que resignarse y el día continuaba como cualquier otro.

Las pequeñeces del trabajo y las grandezas de las tardes con los amigos se deslizaron lentas, rápidas, ligeras, pesadas y relativas por el tiempo. El tiempo. Ese sí que podía ser tantas y tantas cosas. Le envidiaba, era impasible, inmutable, a él no le importaba nada ni nadie, simplemente llegaba, estaba, se movía, detenía... y todo eso sin ni siquiera vivir, ¿qué era? Injusto, pero por lo menos era...

La calma de la noche llegó. Más ropa sobre el suelo, más frío en los pies hasta llegar a esa nube cubierta de sábanas y cerrar los ojos descansando la cabeza en el regazo de Morfeo, pero este era cruel y aún no quería concederla el sueño, ¿por qué? Porque sí era posible, ella era, pero aún no lo sabía.

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